miércoles, 18 de noviembre de 2009

NO ES UN CUENTO, ES...

No soy optimista, nunca lo he sido y además no me gusta serlo, ¡Ah! Pero tampoco soy pesimista. Ya sé que esto no es una virtud por mi parte, pero prefiero ser realista (y esto, lo he intentado ser toda mi vida) a como he dicho, se optimista.
Yo no veo que este Mundo sea tan maravilloso como para sentirse optimista en él, ¿Acaso no hay más catástrofes y adversidades que dichas y alegrías? ¿Acaso esta vida no es solo la búsqueda de la felicidad? ¿Existe la felicidad en este mundo? ¿No buscamos ser felices y estar alegres por medios artificiales y fugaces, porque no lo logramos de otra manera? Y todo esto ¿Es para sentirse optimista? ¡Pues yo no lo veo así!
Tuve en mi vida profesional un compañero y socio que decía ser optimista y actuaba como tal, tanto que gastaba el dinero antes de ganarlo, yo divergía mucho de él, estuvimos más de treinta años juntos y pasamos muchas experiencias en común. Una de sus cualidades con la que nunca coincidí es que como responsable de ventas hacía viajes y al volver siempre decía ¡muy bien! ¡Un viaje estupendo! y cuando yo le insistía, me contaba lo rápido que había ido en la carretera, lo bien que se había comportado su coche, lo bien que había comido, lo bien que lo habían recibido en las visitas efectuadas, los nuevos amigos que había hecho y cuando después de oírle todo lo anterior le insistía en “y las ventas ¿Qué tal?” algunas veces decía ¡Ah! pues eso hemos quedado que, después de… si tal caso coincide con… si tal circunstancia se da…
Total el resultado del motivo del viaje, que era lo que yo consideraba importante, ¡Había sido malo! Pero su optimismo no le permitía calificar más que de bueno el viaje y para mi realismo cuando le preguntaba por el viaje (no era por el viaje como turismo o excursión) sino por el resultado de lo que había motivado el viaje y nunca me convenció de que fuese correcta su respuesta de que, si éste había resultado negativo, él dijese que el viaje ¡Muy bien!
Su optimismo le llevaba a alegrías anticipadas de forma que de una operación posible él la daba por lograda con la consiguiente euforia y si después no se confirmaba se llevaba el disgusto o desilusión y yo como no me había dado la alegría del principio tampoco me llevaba el disgusto del final; mas, cuando me alegraba por un logro como era ya real no tenía peligro de disgusto posterior ¡Total! Yo me lleve muchas menos alegrías, pero también muchos menos disgustos y más credibilidad en lo que decía.
Tengo que decir con orgullo por mi parte que al final de nuestra relación (ya mayores) le oí decir más de una vez, esto “como dice mi amigo” hasta que no esté confirmado no se puede contar con ello.
No sé si “esto” es bueno, pero con el tiempo y tal vez como fruto de los años, yo sigo no siendo optimista y él ha pasado a ser, más realista.
José María Bonastre

No hay comentarios: